Por: Dra. Esther Arrue.
La dismorfofobia o Trastorno Dismórfico Corporal (TDC) consiste en una preocupación importante y fuera de lo normal por algún defecto percibido en las características físicas, ya sea real o imaginado. La preocupación excesiva puede deberse a uno o más “defectos”, a características vagas o incluso al aspecto general y esto puede causar un estado de ansiedad y malestar tan importante que afecta la calidad de vida.
Se estima que el 1-2% de la población mundial reúnen los criterios diagnósticos propios del TDC. El porcentaje es mucho más alto en síntomas leves de la enfermedad por lo que puede pasar desapercibido como problema psicológico por el propio paciente o por médicos no especializados en el tema.
Este problema no es motivado por la vanidad, por el contrario, estos pacientes se sienten feos e incluso inferiores a los demás. Comúnmente se relaciona con desórdenes alimenticios como anorexia, bulimia, obesidad. Se ha sugerido que la burla, crítica o humillación sobre la apariencia física podría desempeñar una función importante en el desarrollo del TDC. Aunque es poco probable que las burlas causen por sí mismas dismorfofobia, es innegable su influencia en personas susceptibles.
Del mismo modo que las burlas, el estilo de crianza puede contribuir a la aparición de TDC. Padres que ponen excesivo énfasis en la estética y la apariencia o su despreocupación total por el mismo tema. También, experiencias traumáticas como el abandono físico, emocional o sentimental; fracaso en relaciones, resultados académicos o laborales pueden desencadenar la dismorfofobia.
No hay una personalidad definida para estos pacientes pero es común conseguir inseguridad emocional, timidez, necesidad de aprobación de los demás, vulnerabilidad, ansiedad, comportamientos obsesivos, narcisismo, perfeccionismo, baja autoestima, dificultad para las relaciones interpersonales, fobia social y otros.
El inicio de los síntomas generalmente ocurre en la adolescencia o en adultos jóvenes donde comienzan la mayoría de críticas personales relacionadas con la imagen corporal. Es importante tener en cuenta estas edades susceptibles y procurar que el ambiente donde se desenvuelven los niños y adolescentes sea un espacio libre de críticas duras y destructivas. Empezando por el hogar y transmitirlo a otros espacios sociales como los colegios.
El TDC afecta a hombres y mujeres por igual. Influenciados por los medios de comunicación y los altos estándares de belleza actual, empiezan a tener una percepción errónea o exagerada de defectos físicos imperceptibles o imaginarios.
El trastorno generalmente se diagnostica a aquellas personas que son extremadamente críticas de su físico, apariencia o imagen corporal a pesar del hecho de no tener un defecto o deformación objetiva que lo justifique. Sin embargo, el TDC puede implicar un defecto real que en la mayoría de los casos es leve, pero el afectado sufre constantemente obsesionado con él. Estas personas desean cambiar su apariencia física aunque en general tienen una apariencia normal e incluso muchas veces son muy atractivos, pero se creen tan feos que les cuesta interactuar con su entorno por miedo al ridículo, a que los humillen.
Hay muchos síntomas y comportamientos comunes asociados con la dismorfofobia. Con frecuencia, estos síntomas y comportamientos son determinados por la naturaleza del defecto que se percibe por parte del afectado; por ejemplo, el uso de cosméticos es más común en aquellos que perciben defectos en la piel. Los síntomas más comunes son pensamientos obsesivos acerca de los defectos percibidos, comportamientos obsesivos compulsivos, ideas delirantes relacionadas con el defecto percibido, aislamiento social, ansiedad, ataques de pánico, baja autoestima, comparaciones obsesivas con los demás, aversión a ambientes sociales imaginando que otros se burlan de sus defectos, vergüenza, sentimiento de inferioridad, disminución del rendimiento académico, abuso de alcohol o drogas, comportamientos repetitivos como aplicación constante de maquillaje, verificar la apariencia en espejos o superficies reflectantes, etc.
Las principales obsesiones son, en orden de frecuencia, la piel, cabello, peso, cara, genitales, etc. Personas allegadas al afectado no estarán de acuerdo con el defecto percibido y será motivo de discusión constante. El defecto sin embargo existe en los ojos del que sufre de TDC y no entiende que los demás no puedan ver el defecto que percibe.
En la mayoría de los casos el TDC está subdiagnosticado, esto se debe principalmente a que el paciente se avergüenza de sus defectos y por ello no los consulta. Por otro lado, los pacientes creen que es un problema estético y no psicológico por lo que acuden principalmente a médicos cirujanos. Y, siendo el peso el segundo motivo de obsesión, es común observar indicios de esta patología en la consulta nutricional, sin negar que necesitan orientación en sus hábitos alimentarios o incluso bajar de peso.
El Trastorno Dismórfico Corporal suele ser de curso crónico, y los síntomas tienden a persistir o empeorar con el tiempo si no se tratan. Los afectados por TDC padecen durante muchos años antes de decidirse a buscar ayuda psicológica o psiquiátrica. Una persona con este trastorno se puede tratar con psicoterapia, medicamentos o ambas modalidades con buenos resultados.
Es importante no subestimar el problema y recordar que, en la gran mayoría de los casos, los síntomas son leves. El mejor tratamiento es la prevención, evitando situaciones de trauma emocional relacionado sobre todo con la imagen. Fomentar la confianza y seguridad en sí mismo e ir forjando una autoestima sólida. Darle importancia a otros valores del ser humano. Sin embargo, si hay sospecha de TDC, que sea un especialista psicólogo o psiquiatra, conocedor de esta enfermedad, quien la diagnostique y asesore sobre el mejor tratamiento para cada caso en particular.